Llegas a un país nuevo. Todo es diferente: el idioma, la comida, hasta cómo cruzan la calle. Y aunque estás emocionado, también hay un momento, a veces en medio de una comida que no entiendes o después de un día difícil, en el que piensas: “¿Qué estoy haciendo aquí?”
Ahora imagina esto: llegas sin conocer a nadie y una familia te abre la puerta, te sirve comida caliente y te trata como si fueras parte de su historia. Eso es Teranga. No es solo hospitalidad, es una forma de vida que te abraza sin pedir nada a cambio.
La palabra viene del wolof, una lengua que se habla en Senegal. Se traduce más o menos como “hospitalidad”, pero honestamente, se queda corta. La Teranga es ofrecer lo que tienes (aunque sea poco), abrirte al otro, compartir sin calcular, cuidar sin preguntar. Es como si dijeran: “Aquí tienes un sitio, porque si tú estás bien, yo también estoy bien.”
Y ojo, esto no va de tener mucho para dar, sino de la actitud con la que lo haces. A veces una sonrisa, una invitación a comer arroz con mango, o una charla en la calle puede hacer más por alguien que cualquier cosa material.
Mucho. Porque cuando estás lejos de casa, lo que más necesitas no es un dato más para tu tesis ni una nueva cafetería para estudiar. Necesitas conexión. Personas reales. Comunidad.
Y ahí es donde la Teranga puede ayudarte a transformar tu experiencia:
Teranga también es dejar que te ayuden sin culpa. Porque sí, abrirse también significa aceptar lo que otros tienen para darte.

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“En la Tierra que hoy acoge,
la libertad de los pies desnudos,
la manos que cuentan historias
los cuerpos fluyendo en movimiento
la profundidad de las miradas perdidas y encontradas.
En la Tierra que hoy acoge,
la raíz sagrada
el sonido que traspasa,
el silencio anhelado
la humildad del gesto.
En la Tierra que hoy acoge,
las estrellas abrazando la noche,
la Verdad vestida de colores,
el Tiempo impregnado en huellas,
la Humanidad conectada en el espacio.
En la Tierra que hoy acoge,
Me veo,
como ser en descubrimiento,
observando como lo invisible crea forma en la sustancia,
escribiendo palabras llenas y vacías,
dónde mis sombras y luces,
se encuentran para aceptarse.
A la Tierra de la Teranga,
Pertenezco y Soy”

Quizás no podamos controlar todo lo que pasa cuando estamos lejos. Pero sí podemos elegir cómo queremos estar con los demás. Practicar la Teranga no requiere ser perfecto ni tener mucho, solo estar presente y abierto.
Y quién sabe… Tal vez al dar sin esperar, también encuentres un poco de ti mismo en los otros.
¿Te animas a practicar Teranga esta semana? Empieza con algo simple. Todo lo bueno empieza así.
Se presenta como nómada, con diez años de experiencia explorando comunidades donde el desarrollo personal, comunitario, ecológico y artístico son los ejes principales. Ha trabajado en países como España, Rumania, Italia y Alemania y actualmente vive y viaja en su furgoneta “Samsara” co-diseñando proyectos regenerativos y residencias artísticas para zonas rurales, organizaciones y ecoaldeas. Todo lo que hace está ligado a su propósito: “conectar a la gente consigo misma, con las demás y con la naturaleza a través de la experiencia de comunidad”.