El final de agosto se acerca y con él, comienza la cuenta atrás de los días que nos quedan de vacaciones. Es un momento de experimentar sensaciones diversas. Podemos tener ganas de que ya acabe el verano, para recuperar una rutina o los hábitos que solemos tener durante el curso, o, todo lo contrario, no queremos que llegue el final y nos sentimos tristes o con una mezcla rara de emociones.
En relación a esto último, cuando algo se termina podemos sentirnos confusos, no saber si estamos bien, mal, raros.. y esto es normal; el verano implica cambios que nos mueven por dentro. El verano no es únicamente calor y vacaciones. Tanto si es un verano más tranquilo, como si no paramos de hacer cosas.
Implica un cambio en el ritmo de vida que llevamos, nuestro día a día se desarrolla en espacios diferentes, tenemos más tiempo libre, menos normas… todo esto nos influye aunque no nos demos cuenta. Normalmente descansamos de la rutina y el estrés del curso, tenemos más tiempo para pasar con amigos y familia, para conocer gente nueva. También cambiamos los horarios y nuestros hábitos, la ropa que nos ponemos. Tenemos más tiempo para pensar, para ver qué nos gusta o qué cosas nos molestan y pueden aparecer emociones que las prisas del curso escolar no nos dejaban ver antes.

El final del verano no supone únicamente despedir el sol y los días largos, sino también cerrar una etapa en la que hemos podido experimentar cambios, aunque sean pequeños. Los cierres son importantes y, a pesar de que el tiempo ayuda en estos procesos, podemos acompañarlos de manera intencionada para cuidar nuestras sensaciones y comenzar el nuevo curso con otra energía.
El verano es una etapa en la que pueden pasar muchas cosas que nos hagan crecer a nivel personal. Descubrir y conocer nuevos lugares, pasar tiempo con amigos o familia que no podemos ver durante el año, darnos cuenta de que cosas que antes nos gustaban ahora nos aburren y buscar nuevas formas de pasar el tiempo, son circunstancias que podemos experimentar. Cuando todo esto acaba, es normal sentir una mezcla de emociones como alegría, cansancio, nostalgia…incluso ilusión por lo que viene.
Todas las despedidas también forman parte de nuestro crecimiento, y cuando se acerca septiembre, podemos encontrarnos señales de este final, en forma de tiendas llenas de material escolar, de días que comienzan a hacerse más cortos y de que el calor poco a poco va disminuyendo.

Al saber todo esto, podemos tomar parte de este cierre para que no sea algo triste, sino una forma de cuidarnos, de pasar tiempo con nosotros mismos y que, además, nos sirva. Vamos a ver pequeñas actividades que podemos realizar para este cierre del verano.
Podemos comenzar haciendo un repaso de todo lo que hemos hecho estos meses, aunque no hayamos viajado ni ido lejos. Y en ese repaso podemos hacer una lista de los momentos que más disfrutamos. Podemos hacer incluso un pequeño álbum con fotos o dibujos.
Recordar lo que hemos vivido, nos ayuda a valorarlo y darle un lugar importante en nuestra historia.
Como se menciona al principio, podemos sentirnos raros o experimentar sensaciones que no sabemos de dónde vienen (tristeza, irritabilidad, miedo..). Sentir esas cosas está bien y es importante no forzarnos a dejar de sentirlas o a intentar sentir algo distinto. Es bueno sentir sin juzgar para que esas sensaciones pasen. Podemos hablarlo con alguien o escribir cómo nos sentimos.
Una forma de decir adiós al verano puede ser a través de una carta, aunque sea para nosotros mismos. Podemos contar lo que queramos: como lo hemos pasado, qué hemos aprendido, qué cosas hemos descubierto, que cosas se quedan con nosotros…Esto es útil para ordenar lo que llevamos dentro y entender cómo nos sentimos. También nos ayuda a realizar un cierre, ya que hacerlo de forma intencionada nos ayuda a aceptar lo que viene.

Vamos a ir preparando la vuelta poco a poco. Esto supone ir introduciendo rutinas en nuestro día a día para recuperar los horarios de sueño, apuntando que necesitaremos para el nuevo curso escolar. Así podemos hacerlo con calma y libres de estrés, haciendo que el cambio no sea brusco ni difícil.
Al igual que en año nuevo, el inicio de curso también es un comienzo importante en el que podemos marcarnos objetivos. No hace falta buscar cosas grandes, sino algo que nos motive y nos de energía.
Es importante pensar en aquellas cosas que nos hacen ilusión del nuevo curso. Aunque nos pueda dar pena que acabe el verano, enfocarnos en algo que nos guste de lo que está por venir, como practicar deporte, reencuentros con la gente, aprender cosas nuevas… esto nos hará tener buenas sensaciones.

Los cambios, aunque sean buenos, nos mueven por dentro, y tener espacio para parar y hacer un repaso de todo lo que hemos vivido, nos prepara mejor para lo que viene.
Alba es psicóloga sanitaria y ha realizado un máster de migraciones internacionales, salud y bienestar, además de proyectos de cooperación en Senegal, con menores en riesgo de exclusión social así como talleres con refugiados e hijos víctimas de violencia de género. Trabaja como psicóloga en una ONG con niños y adolescentes en situación de vulnerabilidad dando un servicio de atención terapéutica y realizando actuaciones de sensibilización y asesoramiento para la prevención de la violencia y la promoción de la salud mental. Su misión es conseguir el bienestar de la persona, la promoción de una sociedad inclusiva e intercultural y el desarrollo integral de las personas más vulnerables.