¿Sobreprotección o desprotección? Educar es dejar ir

Sobreproteger es desproteger. Educar es dejar ir. Es darle herramientas a tus hijos para que ellos vayan creciendo y adquiriendo autonomía.

Eva Millet

Claro que las familias quieren lo mejor para sus hijos e hijas, pero a menudo pueden caer en la trampa de la sobreprotección. Este estilo de crianza se basa en una excesiva intervención y control sobre la vida de los y las niños y adolescentes, pudiendo tener consecuencias perjudiciales en el desarrollo emocional y social de los y las menores.

¿Cuáles pueden ser las consecuencias de la sobreprotección?

Niños, niñas y adolescentes dependientes, temerosos o con tendencia a la ansiedad, con dificultad para tomar decisiones y baja autoestima. En su edad adulta probablemente tengan dificultad para desenvolverse pues no han desarrollado habilidades como la adquisición de autonomía. Además, pueden experimentar problemas emocionales, de autoestima y para relacionarse con el resto de personas.

El mayor enemigo de la inteligencia emocional es la sobreprotección. Si queremos que sean felices habrá que prepararles para la vida.

Silvia Álava

Aquí dejo un vídeo de una psicóloga que dice que lo que le responden en terapia cuando pregunta qué quieren para sus hijos o hijas es “queremos hijos felices”.

Pero… ¿qué es prepararles para la vida? Dejarles que sigan sus propios tiempos y aprendan a dirigir su vida, sin llegar al extremo de apuntarles a todas las actividades posibles, comprarles todos los juguetes nuevos o dárselo todo hecho. No por tener más cosas materiales van a ser más felices, necesitan un vínculo de seguridad (ojo, no de dependencia).

¿Cómo identificar la sobreprotección?

Un padre, madre o cuidador sobreprotector interviene excesivamente en la vida de sus hijos o hijas, tratando de resolver sus problemas y anticiparse a sus necesidades. Esto puede tener su origen en el miedo a que fracase la otra persona o en la propia inseguridad como figura de referencia.

Escena 1

Imagina que tu hijo está jugando en el parque y se cae, si vas corriendo a levantarle no aprenderá a levantarse por sí mismo. Claro que la función de un padre o madre es observar o estar disponibles si necesitan ayuda en un determinado momento, pero no intervenir a la primera de cambio. Cuando estás todo el día protegiéndole de lo que le pueda pasar, pones un germen de ansiedad que puede ir creciendo y convirtiéndose en un gran árbol en la vida adulta (difícil de desescalar) y además le incapacita. Así aparece la falta de autonomía. 

Escena 2

Imagina que tu hijo se frustra porque no encuentra la pieza para completar un puzzle, si se lo acabas tú para que se calme y no le educas en el error-prueba-error-prueba… al final esa persona se derrumbará ante cualquier cosa, en lugar de seguir intentándolo. Así aparece la baja tolerancia a la frustración. 

¿Cómo criar con libertad y seguridad?

1. Establecer reglas y límites claros para dar seguridad a los y las niñas. Sin caer en el “todo no” ni en el “darlo todo hecho”, los límites deben permitir que enfrenten sus propios desafíos, y asuman responsabilidades apropiadas para su edad.
2. Cuando “no es no”, dar alternativas reales. Que puedas decir, por ejemplo, “mira, esto ahora no, pero mañana saco un rato para hacer algo contigo”… Aquí es importante cumplir con lo que decimos, demostrando seguridad y confianza. 
3. Fomentar su autonomía e independencia animándoles a tomar sus decisiones y dejándoles resolver problemas por sí mismas o mismos, proporcionándoles una supervisión sin juicios. Así ganarán confianza en sí mismos o mismas.
4. Desarrollar la tolerancia a la frustración enseñándoles que los errores y el fracaso son parte constructiva del proceso de aprendizaje y crecimiento. 
5. Entrenar la paciencia tanto en mí como en el o la menor. La paciencia en estos tiempos de inmediatez es difícil de desarrollar pero necesaria. No se nace sabiendo y se aprende por repetición. 
6. Aceptar la diversidad de emociones y su valor, aún cuando son desagradables, pues gestionarlas significa reconocerlas y no reprimirlas. En lugar de decirles “no llores”, “no te enfades” o “no es para tanto”, decirles “¿estás triste no? está bien, déjalo salir”, “¿qué necesitas?”, ”¿puedo hacer algo para que te sientas mejor?” o “entiendo que estés enfadado pero eso no te da derecho a dar puñetazos y hacer daños a otras personas”. En ciertos casos validamos la emoción pero no la conducta (porque no es adaptativa).
7. ¡Que jueguen! Es importante que exploren y aprendan por sí mismos o mismas. El juego es una necesidad y un derecho básico reconocido en el que se desarrollan muchísimas habilidades necesarias para la vida, más que apuntándoles a clases de todo.
8. Dar tiempo para aburrirse, no hay que estar entretenido todo el rato mirando una pantalla, así aprendemos a estar a gusto con nosotros y nosotras mismas. 

Un consejo para familias que se sientan muy inseguras con la crianza y no se vean capaces de dar alas a sus peques sería pedir ayuda en los centros educativos o ponerse en contacto directamente con un centro de psicología con expertos en psicología infantil que les puedan asesorar o remitir a un grupo de familias. Se ha demostrado que esto tiene consecuencias muy positivas en la vida de madres, padres y también hijos e hijas en el corto y largo plazo, además de en el vínculo entre los miembros familiares. No alejemos de nuestra mente adulta la idea de que no pasa nada por equivocarse.  

Proporcionando un entorno seguro, libre y alentador, las personas se desarrollan con seguridad y autosuficiencia. ¡Confía!